
María Virginia Ramírez
María Virginia Ramírez, Ingeniera Civil Química, tiene una historia profesional y de vida destacada, que comienza en Temuco, su ciudad natal, pasando por Sudáfrica y actualmente en Santiago como Principal Metallurgical Engineer en ENAEX Servicios.
“Estoy a cargo, entre otros, de un tema relacionado con las rocas reactivas (piritas), lo que me obliga a visitar con frecuencia instalaciones mineras y presenciar tronaduras para la extracción del mineral”, explicó María Virginia, conocida entre sus cercanos como Marivi.
Nacida en Temuco, única mujer entre cinco hermanos, de madre odontóloga y padre bancario, criarse en medio de sus hermanos definió parte de su personalidad. “En una primera etapa preferí los juegos de ellos, me subí a los árboles y jugué fútbol con notable entusiasmo. Los golpes y caídas no iban acompañados de llanto necesariamente y si lo hacía eran muy breves. Debía demostrar mi fortaleza para ser aceptada”, recordó la ingeniera, quien estudió en la Escuela Pública N° 2 de Lautaro y en el Liceo de Hombres de la misma ciudad y desde allí al Colegio Santa Cruz de Temuco, “como una manera de socializarme y convertirme en una señorita (como se estilaba en esos tiempos)”.
A la hora de decidir qué carrera seguir, María Virginia pensó en un inicio en Químico Laboratorista; sin embargo, su profesor de química sugirió optar por la Ingeniería Civil, considerando sus aptitudes y habilidades. “Postulé en la Universidad de Concepción, donde mi madre era ex alumna. Cuando mi padre supo mi elección puso el grito en el cielo porque estimó que no era carrera para mujeres. Desgraciadamente su planteamiento se mantiene, pues aún hay muy pocas mujeres en la profesión”.
Su primer trabajo fue en la Papelera Vera y Giannini, en Santiago, y desde entonces debí desempeñarme en un mundo estrictamente masculino. “El bus de acercamiento de la celulosa tenía 44 asientos, 43 lo ocupaban hombres. El que quedaba era el mío. No había baño de mujeres, usar el de hombres requería tener una escolta masculina afuera que evitara el ingreso mientras lo usaba”, contó la ingeniera UdeC, quien partió posteriormente, junto su marido y colega, a vivir a Sudáfrica.
“Viví en Secunda, a 180 kilómetros de Johannesburgo. Era plena época del apartheid (política de segregación racial practicada en la República de Sudáfrica) y fui testigo de la liberación del mítico líder Nelson Mandela en septiembre de 1989. A los cinco meses de residencia ingresé a SASOL (South African Sythetic Oil Company) donde me desempeñé como ingeniera de procesos y de proyectos por siete años. De 150 colegas, cinco éramos mujeres, tres israelitas, una polaca y yo. Ninguna sudafricana. Esto último era lo llamativo. Pero había más. Cuando me postulé al cargo de ingeniera de proyectos, el gerente del área me dice que cumplo con todos los requisitos, pues el proyecto lo había iniciado yo misma, pero necesitaba la autorización de mi marido, pues esa tarea implicaba tres semanas de trabajo en París y una en Secunda, durante un año. Es decir me tenían que dar “permiso”. Hice el proyecto a entera satisfacción”.
Esta experiencia de vida fue muy novedosa para María Virginia, pues si bien venía de un país machista llegó a otro de las mismas características, ampliadas y corregidas, “en que primaba la xenofobia y el rechazo a la mayoría negra”, explicó la egresada UdeC, quien entre los recuerdos más memorables estuvo el presenciar la final del Campeonato Mundial de Rugby entre los Old Black de Nueva Zelanda y los Spring Boks de Sudáfrica, en 1995, que dio origen a la película laureada Invictus. “La experiencia de ese encuentro deportivo resultó un punto significativo en el proceso de reconstrucción y reconciliación nacional, tras la dura experiencia del apartheid”, explicó.
Al regresar a Chile concilia sus labores profesionales con el de madre de su hijo Pablo, quien hoy tiene 24 años, con una condición de asperger, “y cuyas habilidades especiales intento permanentemente incentivar y desarrollar”.
En SQM Salar estuvo trece años como Superintendenta de Investigación Aplicada, experta en litio y potasio. Durante ese período postuló a una beca de la compañía que le financió un Magíster en Metalurgia en la Universidad Católica del Norte que aprobó en 2013. Por restructuración salió de SQM Salar y en 2013 ingresó a ENAEX Servicios con el mismo cargo e igual modalidad de trabajo y dedicada –precisamente-a la minería metálica.
¿Qué mensaje les darías a las estudiantes de ingeniería?
“Es muy importante, antes de todo, sentirnos agradecidas de haber tenido el privilegio de estudiar. Al tener este privilegio, debemos ser generosas con el conocimiento y compartirlos, siempre ser solidarias. Esto considera también tener respeto por nuestros pares y colaboradores, considerando todas las opiniones, porque ante todo son personas y en la mayoría de los casos, con mucha experiencia, que nos complemente y nos ayuden en nuestro desarrollo. Al igual que nuestros colegas tienen experiencia que pueden compartir con nosotras, hay que entender que tenemos habilidades que complementan esta industria. Hoy cumplimos un rol relevante que podría ayudar en muchos aspectos, así como por ejemplo nuestros instintos generan mejores medidas preventivas de seguridad. Es sumamente importante que entiendan este rol que tenemos en un contexto que siempre ha sido mayoritariamente masculino”.